No hace mucho tiempo, en octubre de 2008, cierto diputado del PP debía preguntar a Solbes sobre una cosa tan poco interesante como el paro galopante que sufre nuestro país. Llegada la hora, su señoría no estaba en el escaño, para regocijo de los diputados socialistas, primero, e indignación general de la población, después. No tardaron Rajoy, como líder, de momento, del partido y Soraya Sáenz de Santamaría, como portavoz, en salir a pedir excusas del calibre de "la mayoría de los españoles están trabajando a esas horas" o "el hecho de que no hubiera votaciones no justifica las ausencias" (dando a entender que los parlamentarios creen que lo único importante es votar y con eso ya justifican su enorme soldada). Saenz de Santamaría fue más explícita: "el que no quiera ir que renuncie a su escaño. (…) La gente se toma su trabajo en serio. El conjunto de la ciudadaníales paga y a ellos tienen que responder". Don Mariano aseveró que iba a hacer "todo lo que esté en mi mano para que esto no vuelva a ocurrir". ¡¡Bravo, Sr. Rajoy!!
El otro día, en la segunda sesión del debate sobre el "estado de la Nación", el propio Rajoy se tomó el día libre (no se sabe si tenía consulta con su psicoanalista, para restañar las heridas morales que le dejaron los palos que recibió en su debate con un Presidente del Gobierno tan espeso y acorralado que hasta un niño de cinco años con un 75% de C.I. le hubiese zurrado la badana). El caso es que el hombre que se desvive por España, el hombre que "tiene la receta para salir de la crisis", aunque esta sea la manida "quítate tú para ponerme yo", no tuvo a bien acudir al hemiciclo donde le pagan muy bien por sentarse.
Como no podía ser de otra forma, desde las filas populares encontraron mil y una disculpas para justificar lo injustificable, entre otras la consabida "la culpa es de ZP": "tiene que estar muy desesperado para montar un lío con todo este asunto". Antológico. Y ¿qué dice Soraya? pues, evidentemente se acordó del PSOE pidiéndole que "aclarase qué es lo que había ido a decir ayer Zapatero a los españoles". Aseveró después que el discurso del Presidente había sido "tan prescindible como el del día anterior" y que "no ha dicho absolutamente nada, no ha dado ni una sola propuesta. Está apalancado en el sillón a ver si pasa el tiempo y tiene un golpe de suerte". ¿Y de la ausencia de Mariano? Nada, ni una palabra...
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